Música

sábado, 3 de marzo de 2012

Y que no lo asumo

La tormenta nunca avisa. Es así de cruel, de impaciente. Es brusca, no tiene piedad.
No se puede ver el sol sin antes soportar los días de lluvia. A veces se lleva bien, otras no tan bien. ¿Cómo estás? - me preguntan. A ratos - contesto siempre. Porque ya no piso el cielo o el infierno, pero sí rozo las cenizas aunque a veces despego hasta tocar las nubes. Pero quedan los días grises, que son peores que los negros cuando todo va medio bien. Apenas respiro, se me agota el oxígeno. Demasiado estrés, trabajo, exámenes, desilusiones. Se supone que no tendría que tener tiempo para pensar, pero siempre lo encuentro entre apuntes, en o en la cama antes de enfrentarme al insomnio. Esta noche no pinta bien, dos madrugadas seguidas llorando no cabía en mis planes. Me apago al ver que se apaga. No puedo hacer nada, si no depende de mí, tengo que dejar que el tiempo ponga las cosas en su sitio. ¿Dónde quedo después de la partida? ¿Qué queda? Tanto esfuerzo para echarlo todo a perder. Se va, se me va, y esta vez sí que parece la definitiva. Porque ya no le siento, ya no me hace reír, ya no me mira ni me habla, ya no se estremece, ya no se acerca ni me pide abrazos. Sé que se va y tratar de retenerle será darme contra un muro que nunca conseguí atravesar. Media vuelta y volver a empezar. Y no lo asumo. Asumo su vida, sí, pero no asumo que ya no me quiera, que ya no quiera sentirme, que ya no quiera verme, que me olvide, porque sé que me está olvidando... que se quiera marchar para encontrar su verdad, y sentirse libre y limpio, y poder dormir por las noches tranquilo. Cuántas noches, sin embargo, me quedarán a mí para no tropezarme con las cadenas de recuerdos...

Recuerda.

Todo lo que hagas en esta vida será insignificante, pero es muy importante que lo hagas, porque nadie más lo hará por ti.