Te escribo esto a 17 horas de ti. Hubiese sido capaz de
robar un coche, echarme a andar o colarme en un avión si el destino eras tú.
Hoy me he levantado con dolor de cabeza. Respirar en Madrid es condenarse a la
autodestrucción. Demasiada contaminación. El cielo está naranja, apagado,
apenas hay luz. Huele a asfalto, a
humedad y a corrupción en el congreso. Tengo razones para irme. En Alemania
está lloviendo. Siempre trabajas, estudias o te entregas a tus amigos. Te
esclavizan. Entonces te da igual que llueva. Entiendo que necesites a alguien
más para desvivir entre cuatro paredes. A diferencia de las tuyas, mis paredes
son de papel. Todo el mundo me puede ver, y yo puedo ver la contaminación a
través de ellas. Estás sucio, lo veo desde aquí. Tus paredes son invisibles y
piensas que vives entre bloques de hormigón. Eres frágil, por lo tanto, mentiroso.
Infeliz, por lo tanto, mentiroso. Sensible, por tanto, mentiroso. Y te
entiendo, pero dueles. Dueles a 17 horas de ti. Necesitas terapia.