Hace tiempo me di cuenta de que no todos los caminos llevan a Roma y de que uno puede equivocarse aun pensando las cosas mil millones de veces antes de tomar la decisión. He escuchado historias de personas que subieron a una barca y navegaron sin rumbo hasta perderse en no se sabe dónde, y he saboreado rayos de luna a plena luz del día. He visto a gente meter la pata hasta el mismísimo fondo de la tierra y arder hasta convertirse en metal.
En fin, el mundo es demasiado grande y complejo como para no perderse entre la multitud. Sólo tus propios principios son capaces de llevarle la contraria al viento, y probablemente esté mejor un trozo de chocolate que un pedazo de oscuridad.
Nada de metal, Amélie. El acero resiste más.